domingo, 28 de septiembre de 2008

CUESTIONANDO LOS EXÁMENES

El examen tipo, el que conocemos habitualmente, en donde un profesor piensa una serie de problemas y el alumno tiene un determinado tiempo para contestarlos, tiene un componente perverso difícil de disimular: una persona, generalmente un docente, tiene a un grupo de jóvenes a su merced y sutilmente abusa de su autoridad. El docente es quien establece todas las reglas y sus decisiones son -casi- inapelables. Así jugado, el juego es muy desparejo. Los jóvenes suelen estar a merced de este señor@ que ha decidido tomar en sus manos la tarea de examinar. Nada menos.

El docente es quien asume, entre sus tareas, la de averiguar si los alumnos estudiaron, se prepararon, si comprendieron, si dedicaron tiempo y esfuerzo... si saben. Pero en general suelen omitir una pregunta muy importante que deberían hacerse a ellos mismos: ¿hicieron que sus alumnos se interesaran por la materia?

¿Quién tiene ganas de dedicar su tiempo, su energía y esfuerzo a algo que no le interesa? ¿Quién nos preparó para eso? ¿Quién nos eneseñó o enseña a generar apetito por aprender? ¿Quién se preocupa por bucear en los gustos o inclinaciones de los jóvenes para ayudarlos a desarrollarse por allí?

¿Quién dijo que la tarea del docente es sólo dar respuestas? La primera cosa que un buen docente debiera hacer es tratar de generar preguntas. ¿Ustedes se sentarían a escuchar respuestas a preguntas que no se hicieron? ¿Lo harían con ganas? ¿Por qué lo harían? Para cumplir, por elegancia, por respecto, pero tratarían de escapar lo más rápido posible. Los jóvenes no pueden. En cambio, si uno logra despertar la curiosidad de alguién, si le pulsa la cuerda adecuada, el joven saldrá en busca de la respuesta porque le interesa encontrarla. Algo va a hacer, porque está motorizado por su propio interés.

Es posible que varios alumnos no logren nunca resolver los problemas del examen que tienen delante, pero no porque desconozcan la solución, sino porque no lleguen nunca a superar todas las vallas que vienen antes.

En los colegios en donde los profesores tienen un contacto cotidiano con los alumnos, no entiendo las pruebas por sorpresa. ¿No es suficiente esa relación que dura meses para detectar quién es el que entendió y quién no? Estos sistemas de examinación tienen un fuerte componente de desconfianza.

Como la responsabilidad mayor pasa por los que estamos de este lado, no hay dudas de que los que tenemos que cambiar somos nosotros.

No propongo el "no al examen", ya que es necesario para progresar en cualquier carrera, uno tiene que demostrar de alguna manera que sabe lo que debería saber. Eso está fuera de discursión. Discrepo con la metodología, me resisto a este tipo de exámen porque sencillamente dudo que mida lo que pretende medir.

Hace falta que empecemos algunos cambios. Y una buena manera es empezar por casa, discutiendo por qué enseñamos lo que enseñamos, por qué enseñamos esto en lugar de esto otro, para qué sirve lo que enseñamos, que preguntas contesta lo que enseñamos, y aún más importante: ¿quién hizo las preguntas: el alumno o el docente?


Fuente: Adrián Paenza - Matemáticas ¿estás ahí?

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